El mercado financiero argentino comienza a incorporar un cambio estructural en la dinámica cambiaria, adaptándose a un esquema de bandas móviles donde la volatilidad se perfila como parte del nuevo equilibrio económico. Este sistema, implementado por el equipo económico del gobierno, busca ofrecer previsibilidad mientras mantiene cierta flexibilidad cambiaria.
Con el ingreso de la cosecha gruesa agrícola, los analistas proyectan que el tipo de cambio se mantendrá en niveles próximos entre el centro y el piso de la banda establecida. Sin embargo, esta situación genera una doble lectura: si bien podría ofrecer estabilidad a corto plazo, una permanencia prolongada en los niveles bajos de la banda podría desencadenar riesgos para la sostenibilidad externa de la economía argentina.
Esta preocupación quedó evidenciada durante marzo, cuando la debilidad de la cuenta corriente limitó significativamente la acumulación genuina de reservas internacionales, objetivo fundamental en el marco del acuerdo vigente con el Fondo Monetario Internacional. En este escenario, el mercado mantiene su atención fija en dos variables clave: la evolución del tipo de cambio y el nivel de reservas internacionales, con especial énfasis en los incentivos al sector agropecuario para liquidar divisas si el dólar se aproxima nuevamente al piso de la banda cambiaria establecida por las autoridades económicas.