Estados Unidos y China han logrado concretar un importante acuerdo comercial que contempla la reducción gradual de aranceles entre ambas potencias, marcando un punto de inflexión en las tensiones comerciales que han caracterizado las relaciones bilaterales durante los últimos años. Este entendimiento representa un cambio significativo en la política comercial de la administración de Donald Trump, que previamente había implementado fuertes gravámenes sobre las importaciones chinas.
El acuerdo ha generado un impacto positivo inmediato en los mercados financieros globales, con repercusiones favorables tanto en los mercados desarrollados como en los emergentes. Los bonos High Yield experimentaron alzas del +1,1%, mientras que los instrumentos de deuda de mercados emergentes avanzaron un +0,6%, reflejando un mayor apetito por riesgo entre los inversores. Este cambio en la dinámica comercial entre las dos mayores economías mundiales podría contribuir significativamente a mejorar las perspectivas de crecimiento económico global.
Sin embargo, esta distensión comercial también tendrá consecuencias fiscales para Estados Unidos, ya que se prevé una notable disminución en la recaudación arancelaria, que en abril había contribuido a generar un superávit fiscal de USD 258.000 millones. Los analistas económicos señalan que este acuerdo marca el inicio de una nueva fase en las relaciones bilaterales entre Washington y Pekín, con potenciales beneficios para las cadenas globales de suministro y la estabilidad de los mercados internacionales, aunque permanecen interrogantes sobre su implementación efectiva y sostenibilidad a largo plazo en un contexto de persistente competencia geopolítica entre ambas naciones.