El presidente estadounidense Donald Trump y el primer ministro británico Keir Starmer concretaron la firma de un nuevo acuerdo comercial bilateral que, si bien reduce algunas barreras arancelarias entre ambas naciones, mantiene en vigor el arancel general del +10% sobre las exportaciones británicas hacia Estados Unidos. Este acuerdo representa un paso en la normalización de las relaciones comerciales tras el Brexit, aunque con alcances más limitados de lo que muchos sectores empresariales del Reino Unido esperaban.
Entre los aspectos más destacados del pacto se encuentra la ampliación del acceso agrícola mutuo y una reducción significativa de los aranceles estadounidenses sobre automóviles británicos, que pasan del +27,5% al +10% para un cupo de hasta 100.000 vehículos anuales. Esta medida beneficiará especialmente a los fabricantes de automóviles premium y de lujo con base en el Reino Unido, aunque el establecimiento de un límite cuantitativo mantiene restricciones importantes para el sector.
A pesar de ser celebrado oficialmente como un acuerdo «revolucionario» por representantes de ambos gobiernos, el pacto ha recibido críticas contundentes desde el sector empresarial británico, que considera insuficiente la reducción arancelaria y señala que se mantienen barreras significativas que continuarán encareciendo sus exportaciones hacia el mercado estadounidense. Estas limitaciones reflejan la continuidad de la política comercial proteccionista que ha caracterizado a la administración Trump, enfocada en priorizar los intereses de la industria manufacturera nacional y mantener herramientas de presión comercial incluso con aliados tradicionales.