La administración estadounidense implementó un arancel mínimo del 15% sobre la mayoría de los bienes europeos, aunque con excepciones estratégicas en sectores específicos. Los productos genéricos, químicos y aeronaves mantendrán las tasas arancelarias habituales sin modificaciones, preservando la competitividad en estos segmentos industriales críticos.
El sector automotriz y de autopartes enfrentará el arancel del 15%, aunque Washington expresó su intención de reducir esta tasa en el futuro, condicionado a la implementación de reducciones recíprocas por parte de Europa sobre productos estadounidenses. Esta medida refleja la estrategia de negociación comercial basada en reciprocidad que caracteriza la política exterior económica actual.
La implementación de estos aranceles se enmarca en una estrategia más amplia de rebalanceo de las relaciones comerciales transatlánticas. La selectividad sectorial de las medidas sugiere un enfoque calculado que busca maximizar la presión negociadora sin afectar sectores donde Estados Unidos mantiene dependencias críticas o donde las cadenas de suministro globales podrían verse severamente disrumpidas, manteniendo cierto equilibrio en las relaciones comerciales bilaterales.