La economía china atraviesa un período de ajustes estructurales, enfrentando desafíos tanto en la demanda interna como en las relaciones comerciales externas. Los indicadores más recientes sugieren un crecimiento moderado, con señales mixtas en los diferentes sectores de la actividad económica. La fabricación china mantiene niveles de producción elevados, aunque enfrenta presiones derivadas de la evolución de la demanda global y las restricciones comerciales implementadas por diversos países.
El Banco Popular de China ha adoptado una estrategia de política monetaria acomodaticia, implementando medidas para sostener la liquidez del sistema financiero y apoyar el crecimiento económico. Las autoridades chinas han mostrado particular atención al fortalecimiento del consumo interno y al desarrollo de sectores tecnológicos estratégicos, como parte de una estrategia de menor dependencia de los mercados externos.
Las tensiones comerciales con Estados Unidos continúan ejerciendo influencia sobre las decisiones de política económica china. La administración de Xi Jinping ha enfatizado la importancia de desarrollar cadenas de suministro domésticas más robustas y reducir la vulnerabilidad a restricciones externas. En este contexto, China ha intensificado sus esfuerzos en sectores como semiconductores, inteligencia artificial y tecnologías verdes, buscando posicionarse competitivamente en industrias de alto valor agregado. La evolución de estas relaciones EE.UU.-China seguirá siendo un factor determinante para las perspectivas económicas globales y particularmente para las economías emergentes que mantienen vínculos comerciales significativos con ambas potencias.