El índice de confianza del consumidor en Europa muestra signos de debilitamiento, con expectativas de un retroceso hasta -15,6 desde el -14,5 anterior según los datos preliminares que se publicarán hoy. Este deterioro refleja un creciente pesimismo sobre las perspectivas económicas regionales, en un contexto de persistentes presiones inflacionarias y ajustes monetarios que afectan el poder adquisitivo de los hogares europeos.
Paralelamente, datos recientes revelan que el déficit fiscal en la Eurozona se situó en el 3,1% del PIB en 2024, mostrando una mejora respecto al 3,5% registrado en 2023. Sin embargo, esta cifra general oculta importantes diferencias entre los miembros del bloque, ya que 12 países mostraron déficits superiores al umbral del 3,0% establecido en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, destacándose Francia con un preocupante -5,8%, que la sitúa como el tercer país con mayor desequilibrio fiscal detrás de Rumania (-9,3%) y Polonia (-6,6%).
Esta divergencia en los indicadores fiscales plantea desafíos para la política monetaria del Banco Central Europeo, que debe equilibrar la necesidad de controlar la inflación con el riesgo de penalizar economías que enfrentan mayores dificultades presupuestarias. Los mercados financieros permanecen atentos a cómo evolucionará el sentimiento económico en la región y las potenciales medidas de consolidación fiscal que puedan implementarse, especialmente en países con déficits elevados como Francia, donde la sostenibilidad de la deuda pública genera creciente preocupación.